Escribir sobre Enid no es fácil porque, al igual que con Clementine, Juno y Margot, implica también escribir sobre mí misma. Hay pocos personajes en el cine con el que haya establecido una conexión tan inmediata y especular como con ella, salida de esa obra maestra, el cómic Ghost World de Daniel Clowes que Terry Zwigoff llevó al cine. Y en cine está ella, Thora Birch, con un nivel de misantropía y honestidad brutal más encantador que shockeante. Enid intenta atravesar el período post-preparatoria, el mientras tanto, la incertidumbre, el no saber conocerse.
“No sé qué clase de chica soy” dice Juno, pero lo podría haber dicho Enid, lo podría haber dicho Clem, lo podría haber dicho Margot. Todas ellas, con la esperanza corporizada en Seymour, Paulie, Joel y Richie se van, vuelven, se buscan, se pierden y se encuentran. Por eso, a pesar de cualquier frase ingeniosa y muy cierta que pueda salir de la boca de Enid, su verdadera esencia yace en el arte, en esos dibujos que hace y que regala y en ese último gesto de autosalvación: tomarse un micro hacia ninguna parte.