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Hometown Glory

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“London’s so nice back in your seamless rhymes”

“Mily, ¿podés venir un segundo que te quiero dar algo? Sé que a veces tenemos nuestros roces, pero te armé un compilado para que escuches”. Apoyé la bicicleta en el balcón, me acomodé el cinto del jumper y agarré el cassette. “Me parece que te va a gustar la banda. Se llama Radiohead”. Le agradecí, con la promesa de que íbamos a hablar sobre las diferencias que teníamos en las clases de inglés de las que éramos alumnos. De hecho, cumplí primero con la charla que con la escucha de ese compilado. Claro que a los dieciséis años no podía saber que ese cassette iba a cambiar mi vida. No sé si todo empezó con Radiohead, pero sí sé que fueron ellos los que comenzaron a formar parte de mi cotidianeidad, convirtiéndose en la primera ficha que empujé para desatar el efecto dominó. El resto, como todo, llegó con el tiempo. Un día llegó Blur. Otro día llegó Babyshambles. Otro día llegó Pulp. Otro día llegó Jane Austen. Otro día llegó The Mighty Boosh. Y otro día pisé Londres. Hace poco alguien me dijo que uno tiene que hacer del mundo su hogar y ese mundo, mi micromundo, no tiene otra forma que la forma de los parques, de los doubledeckers, de las pintas, de la espontaneidad con la que se respira la música, esa música que me llegó de chica y que marcaría mi rumbo. Creo que ese chico que me regaló ese cassette nunca supo lo que estaba haciendo: estaba forjando mi destino. Porque tenía razón. Me iba a gustar esa banda. Iba a amar a esa banda. La iba a ver, más de una década después, a pocos metros de su lugar de origen. Toda esa incorporación de datos, de información sustancial para una personalidad curiosa como la mía, me impulsó, casi sin quererlo, a tomar la decisión de volver a esa Albion que dejé llorando. “Va a estar siempre acá, vas a poder regresar cuando quieras”, me dijeron antes de que la ventanilla del auto se baje y el único camino al que me dirigía era ese aeropuerto. Una vez, cuando entrevisté a Richard Linklater, me dijo que lo más difícil en la vida es vislumbrar lo que uno quiere, ya que aquello que no se quiere es lo más sencillo de determinar; y yo creo que siempre supe lo que quise. Quizás necesitaba de un disco como Wind in the Wires para que me lo recuerde. ¿Recordarme qué? La importancia de ser libre, de, tal como hizo el propio Patrick Wolf, tomar a los pájaros de las alas e ir hacia ese lugar donde sentimos que pertenecemos. “Solo el amor hace de una casa un hogar”. A mí me desborda el amor que siento por el cine, por la música, pero también me desborda la pasión que tengo, las ganas que tengo de volver al lugar al que llegué a los veintiséis años, pero donde estuve mucho tiempo antes. ¿Será posible eso? Pienso en la Legislated Nostalgia y me contesto que sí, que es posible. Que todo lo que hice me llevó a decirles que, por un mes, dos, tres, cuatro, los que sean, Londres será de ahora en más mi lugar. Y ese lugar va a seguir viéndose reflejado en este espacio. No me voy con mochilas a cuestas, me voy con ese ejército de la luz que son ustedes, con esa “light that you can feel on your back” de la que habla Thom en una canción. Hoy cumplo con lo que me pide Patrick, eso de tomar el riesgo de ser libre, porque de ninguna manera se puede fallar si se hace lo que se siente, si se da un salto al vacío con los ojos cerrados, confiando en que todos los pasos que dimos nos fueron llevando a ese acto de fe. Sin miedo ni ataduras. Mirando siempre para adelante. Atrás no. Atrás no es mi jurisdicción.

Cinescaleros, hoy no hay consigna; hoy les pido que, con la buena energía que los caracteriza, me deseen buen viaje; nos vemos acá en una semana…


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